Si alguna vez te has planteado el trabajar con audio, seguro que te preguntas lo siguiente. ¿Qué hardware necesito para tratar el sonido? La respuesta es, por lo menos, en primer lugar contar con una interfaz de audio, y en segundo lugar, con unos monitores de estudio.
Hoy vamos a hacer un repaso a la primera cuestión. ¿Qué tipo de hardware necesitamos para tratar el audio? ¿Cómo nos facilitará la vida el disponer de uno de estos aparatos hardware? ¿Qué interfaces de audio tenemos en el mercado?
Ahora que ya tenemos las preguntas, tratemos de darles respuesta…
Cosas a tener en cuenta
Antes de desembolsar una cantidad de dinero en nuestra interfaz de audio, debemos hacernos una serie de preguntas. En primer lugar, la más obvia es: ¿para qué la vamos a usar? Esto se puede descomponer en varias preguntas más, como son:
- ¿Vamos a grabar instrumentos o voces?
- ¿Cuántas entradas o salidas necesitaremos?
- ¿Qué frecuencias de muestreo son las apropiadas?
- ¿Qué modelos existen en el mercado?
La primera pregunta es importante por el hecho de conocer qué tipo de entradas necesitaremos. Aunque la mayoría de las tarjetas suelen venir con conectores híbridos (combo XLR / Jack), algunas no disponen de ellos, por lo que será importante escoger entre un modelo u otro.
Por ejemplo, si vamos a grabar una caja de ritmos o un sampler, no necesitaremos previos de micrófono, pero si por el contrario vamos a grabar voces o instrumentos reales, sería buena idea poder conectar nuestros micrófonos dinámicos / de condensador directamente, sin necesidad de una mesa externa.
Sobre las entradas y las salidas de audio
Existen multitud de interfaces de audio ahí fuera, cada cual con varios modelos normalmente, para ajustarse a nuestras necesidades de entradas y salidas. Lo más básico son dos salidas, eso por descontado lo suelen traer todas. Así como a nadie se le ocurre escuchar su música en mono hoy en día, sin un par estéreo de altavoces o monitores de estudio, nuestra compra no tendría sentido.
Cabe la posibilidad de disponer de más salidas, por supuesto, no está de más aunque para un home studio debería de ser suficiente con 2 o 4. Normalmente más salidas implican disponer de hardware externo para mezclar, y no suele ser el caso. Queremos trabajar con nuestros audios, pero sin dejarnos los ahorros de nuestra vida.
Respecto a las entradas, disponer de un par es importante, ya que la mayoría de los aparatos electrónicos disponen de una salida estéreo, pero si por ejemplo queremos hacer otro tipo de registros, como una batería analógica, grabar varias voces o incluso combinar distintas fuentes de otro tipo, disponer de más entradas nos va a dar más libertad de movimiento.
Sobre las frecuencias de muestreo (y la profundidad de bits)
Podríamos soltar una parrafada horrible sobre el Teorema de Nyquist, los registros digitales y todo eso, pero preferimos centrarnos en un aspecto práctico. Digamos que la frecuencia de muestreo es mejor cuanto más alta.
Dicho de otro modo, si tenemos, pongamos por caso, una grabación a 192 KHz (que podemos obtener con una grabadora profesional) y la tenemos que procesar en una tarjeta a 44,1 KHz, el resultado va a estar lejos de la calidad original, ya que esta frecuencia de muestreo es lo que nos da, por decirlo de algún modo, la “resolución” de la muestra.
Otro aspecto a tener en cuenta, y que va parejo a la frecuencia de muestreo es la profundidad de bits. Mientras que la frecuencia de muestreo es lo “rápido” que la señal es registrada, la profundidad de bits es la “calidad” de la señal que almacena. Como sabéis, los bits son sinónimo de almacenamiento, sirven para almacenar valores de ceros y unos.
No hace falta decir que, obviamente en 24 bits cabe más información que en 8, con lo que debemos escoger un valor apropiado para la frecuencia de muestreo que tengamos. Grabar a 192 KHz con 8 bits, pues a lo mejor es un experimento curioso, pero no nos servirá de mucho si lo que queremos es una señal fiel. Menos de 24 bit no es aceptable para esas velocidades.
Si en algún momento necesitamos trabajar con menor resolución o menor profundidad, siempre estaremos a tiempo de convertirlo a posteriori, cualquier editor de audio nos permitirá hacerlo fácilmente.
Modelos de interfaces para un home estudio
Aquí ya entramos en terreno pantanoso. Si bien es cierto que existen modelos que son más apropiados que otros en cuanto a prestaciones, también hay que tener en cuenta más cosas, como por ejemplo lo actualizados que estén sus drivers, o nuestras propias preferencias personales a la hora de utilizarlas.
A veces nos interesará que funcione en modo standalone por ejemplo, otras nos decantamos por otro tipo de funcionalidades, como la monitorización, la posibilidad de enchufar guitarras, etc. Sea como sea hay unos cuantos modelos que para un uso personal son más que apropiados.
Desde mi punto de vista, una apuesta podría ser por ejemplo, siempre con la referencia de un home studio, la Motu M2 o M4, dependiendo de nuestras necesidades. Ambas nos proporcionarán un sonido de calidad y unas buenas prestaciones. Una alternativa más económica en esta casa es la Motu MICROBOOK. En otras casas podemos encontrar algunos modelos como la Solid State Logic SSL2+ o alguna de la gama Focusrite Scarlett.
Si disponemos de un presupuesto más ajustado, podemos irnos a otros modelos, como el Presonus Studio 24C, o la Steinberg UR22. También tenemos la posibilidad de hacernos con una M-Audio AIR, aunque a costa de reducir un poco las prestaciones (algunos modelos no disponen de más de una entrada de micro por ejemplo).
En general todas ellas van a proporcionar un sonido bastante aceptable, si bien unas tendrán algo más de calidad que otras. Aunque seguro que todas ellas van a cumplir a la perfección con su cometido, ayudarnos a editar nuestros audios.